Deja de llover el cielo para
dar paso a los colores, deja de dormir la flor para abrir sus pétalos. Vuelan al
viento las ilusiones, en la veloz carrera por alcanzar los sueños, y las siluetas
se vuelven versos que caminan junto a
nosotros.
Hoy pintaré el día para
ustedes, pues me será fácil, llevo tres días haciendo esto, remodelando los
colores internos del alma. Dándole un cambio al hogar y a ratos salgo a dar
largos paseos para respirar el perfume de mi puerto. El pasto amarillea en los
llanos, el calor se ha vuelto osado, y el azul sublime del cielo, permite que
las nubes jueguen incansables, me invitan a elevar la mirada y a no despegarme
de ese paraíso eterno.
Hay colores que son vitales,
jamás debe faltar el blanco, ya que nos
entrega pureza y llena de luz todos los espacios, el infatigable verde, que al
verse regado del amor de las gotas cristalizadas, nos deleita con su caricia natural de
esperanza. El apasionado rojo, fiel reflejo de la sangre
que corre por nuestras venas, el azul de mar y cielo, porque en él está la
inmensidad del mundo, y el dorado, color de la abundancia que siempre nos
saluda desde el horizonte, acompañado
del naranjo y violeta; perfume de lavanda, que emerge del café de la
tierra, no olvidemos el amarillo, que
llama al astro sol que todos llevamos
dentro. Así tenemos de reserva el calor y la luz cuando nos hace falta.
De vez en cuando está bien
remodelar algunas cosas que evitaban el fluir de la vida, me encantan los
cambios, pero siempre os digo que para eso, no hay que perder la esencia. Me
encanta colorear la habitación oscura del corazón que nos hace llover tristezas
estancadas. Todo lo que sea renovación le hace bien al cuerpo y al alma. Por eso pinto, para que las acuarelas sean
parte de los elementos que hay que tener siempre a mano. Uno nunca sabe en qué
momento se nos vuelve gris la mirada.
“Ceori”
Pintor: Paul Bond