Se puede tocar con las palabras lo que no se ve con los ojos, se puede besar con poesía los labios que yacen dormidos; se puede también por un instante infinito... "¡Cambiar el mundo¡".
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sábado, 11 de abril de 2020

Relatos bajo la luna

Hay noches en las que despierto para traerte conmigo.

No quería volver  allí donde mi mar se había arrebatado, le había tomado una cierta distancia, pero la noche y la luna se hicieron cómplices para espantar los miedos y hacer brillar  nuevamente mis pececitos de plata. Brillaban también mis ojos al verte tan serena, tu espuma ahora era como caricia ligera, mientras los faroles de mi playa se mezclaban con los reflejos de luna.

Era una noche fría donde tanto te extrañaba, que el viento helado me encontró, buscando tus huellas tibias, susurró palabras a mi oído que me llenaron de magia. Me hubiese quedado ahí petrificada, ensimismada en mis recuerdos mientras la luna alumbraba,  pero mi cabeza un poco confundida quería llegar al calor de nuestra casa.

Allí, en esa soledad llena de silencios que hablan, cerré mis ojos y besé tu cara, tomé la pluma que ya llevaba bastante tiempo guardada y dibujé tu cuerpo para que me abrazaras. Ya no había tempestad, llegaba por fin la calma, poco a poco en ese abrazo mis dolores se marchaban, al mismo tiempo que al abrir mis ojos tu silueta se esfumaba. Alcancé a quedarme con el sabor de tus besos y  con las caricias suaves que dormida me dabas.

Nuevamente yacía en el sigilo de la noche, con tu imagen traspasando el pensamiento y la luna titilaba como mil estrellas alborotadas. ¡Ay! eran los latidos de mi corazón que se aceleraban, al tratar de saber si era real o un sueño que me fundí en tu almohada.

Tan fría estaba la noche, tan serena la luna, tan quieto el mar y tan nítido tu recuerdo.
Vivian Ceori ©®

Link: Claro de Luna. https://youtu.be/TVDREzBijRI



Imagen vía pinterest

jueves, 8 de octubre de 2015

Relatos bajo la luna

No quería volver  allí, donde mi mar se había arrebatado, le había tomado una cierta distancia, pero la noche  y la luna se hicieron cómplices para espantar los miedos y hacer brillar  nuevamente mis pececitos de plata. Brillaban también mis ojos al verte tan serena, tu espuma ahora era, como caricia ligera, mientras los faroles de mi playa se mezclaban con los  reflejos de luna.

Era una noche fría donde tanto te extrañaba, que el viento helado me encontró, buscando tus huellas tibias, y susurró palabras a mi oído, que me llenaron de magia. Me hubiese quedado ahí, petrificada, ensimismada en mis recuerdos mientras la luna alumbraba,  pero mi cabeza un poco confundida quería llegar al calor de nuestra casa.

Allí, en esa soledad llena de silencios que hablan, cerré mis ojos y besé tu cara. Tomé la pluma que ya llevaba bastante tiempo guardada y dibujé tu cuerpo para que me abrazaras. Ya no había tempestad, llegaba por fin la calma, poco a poco en ese abrazo, mis dolores se marchaban, al mismo tiempo que al abrir mis ojos tu silueta se esfumaba. Alcancé a quedarme con el sabor de tus besos y  con las caricias suaves que dormida me dabas. 

Nuevamente yacía en el sigilo de la noche, con tu imagen traspasando el pensamiento y la luna titilaba como mil estrellas alborotadas. ¡Ay! eran los latidos de mi corazón que se aceleraban, al tratar de saber si era real o un sueño que me fundí en tu almohada…
Tan fría estaba la noche, tan serena la luna, tan quieto el mar y tan nítido tu recuerdo.

“Ceori”