Es imposible no empaparse de tristeza ante tantas páginas llenas de injusticia
y sufrimiento, mis ojos humedecidos tratan de hilvanar palabras para estas
mujeres forjadoras de la historia, mas nada de lo que yo diga logrará superar
la valentía y coraje que nació desde sus entrañas en tiempos de guerra y
hambruna. Sin duda estas mujeres
invisibles son la suma de eventos significativos que construyeron nuestro
presente. No se me hace difícil entrar en la piel de cada una, puedo sentir la
impotencia y desesperación de la eterna espera, puedo también sentir el latir
de sus corazones implorando que la esperanza no se desvanezca. Volver a ver a sus seres queridos, padres,
hermanos, esposos, novios, amigos, ya sea envueltos por la recompensa del honor
a la patria viajando hacia el túnel del silencio, ya sea una parte del ser amado
siquiera para poder abrazarlos y sentir nuevamente su aroma, mirarse a los ojos
antes de la despedida y si la fortuna los acompañaba llegar a casa en cuerpo entero,
pero con el alma rota.
Y es que toda guerra va restando vidas, va dejando cicatrices, mártires, héroes, seres anónimos, incompletos, desaparecidos, traumas y ausencias. Pero no me cabe duda de que la mujer es el primer soldado que Dios puso en esta tierra, primero como un vigía que enciende su luz en lo alto de un faro para iluminar el camino y luego como una esposa, amiga, hermana, confidente, compañera en la paz y en la contienda. Sin embargo, la realidad de estas cartas lleva suplicas al gobierno de Chile, ruegos a U.S., testigos que declaran como medio de prueba la viudez, como si el dolor del duelo no fuese suficiente deben mendigar la clemencia por una mísera pensión, como si ya no fuera tan indigno ante el infortunio y la escases de esposos, hermanos e hijos mutilados arrastrados por el honor a la patria y a la bandera.
Claramente la diferencia de clases sociales pone a la mujer en desventaja, con el analfabetismo causando que un mero trámite se convierta en la búsqueda de personas con un poco más de educación para que vayan en su auxilio, las leyes no las favorecen por el grado de sus hijos y esposos (los últimos en la escala de sueldos del ejercito o de la marina), mientras la espera de una respuesta favorable va desgastando el duelo, desmembrando las penas, trayendo la decepción de las familias y aun así con el alma en vilo son resilientes, nacen de las cenizas para continuar reconstruyendo sus vidas porque esos hombres fueron héroes de la nación.
Somos el legado que ellas nos dejaron y no solo les debemos “respeto”, sino también “agradecimiento”, en pleno siglo XXI donde en la actualidad estas dos palabras están tan escasas o son tan difíciles de mencionar ya que estamos en plena conquista de los derechos de la mujer, pero no debemos olvidar que nos dejaron bien pavimentado el camino, es por eso que sacar a la luz estas voces escritas es tan necesario para valorar nuestra historia, para volver a nuestras raíces, para crear conciencia del sacrifico a lo largo del tiempo, porque nuestros derechos los hemos ganado con el sudor, sangre y lágrimas de todas ellas.
“Ruego a usted:
Señor autor Don Joel
Avilez Leiva, historiador, nacido en la comuna de Los Vilos, IV región de
Coquimbo, que estas cartas del libro “Cartas De Mujeres Coquimbanas: La
Historia No Conocida De La Guerra Del Pacífico” (1879 – 1887sean conocidas a lo
largo de todo Chile, que no quede un rincón de esta larga y angosta franja del
fin del mundo, ya sea por mar, aire o por tierra, que la otra versión de la
historia no conocida de la guerra del pacífico
llegue a hombres,
mujeres y jóvenes, ruego que llegue a las autoridades, y por qué no a la moneda.”
“Ruego a usted:
Señor lector, ¡sí a
usted le hablo!, que tiene en estos momentos el libro en sus manos, ruego cuidar
con delicadeza cada hoja, como si una vida estuviera sujeta a la suya, o como
si respirar dependiera del trato, calidez y comprensión con que esos ojos lo
leyeran”.
“Ruego a ti mujer:
Honrar cada día de
tu vida como un homenaje a las almas que yacen convertidas en tinta, he aquí en
puño y letra donde alzan la voz para no ser olvidadas, ruego agradecer a la
historia que va de a poco reescribiendo como en plena guerra del pacifico las
mujeres abandonaban sus casas y tierras para ir junto a sus hombres como enfermeras,
cocineras, lavanderas, escudo humano y compañeras.
“Ruego al yo del
futuro:
Que si en algún
momento la memoria perdiera, o si por alguna razón motivo o circunstancia yo
atentar contra mi vida quisiera, vuelva a las páginas de este libro
a releer las batallas que tuvieron que luchar mis valientes compañeras, por la paz y libertad que en este momento mi corazón alberga”.
Y así, como si todos estos ruegos mágicamente me permitieran hacer honor a estas mujeres, como si al mencionarlas por fin sus almas pudieran descansar en paz lejos de las trincheras: “Elena, Rosario, Susana, Ana, Rosa, Carmen, Dolores, Luisa, Teresa, Guillermina , Filomena, Silveria, Francisca, Juana, Bernarda, Albina, Bernabé , Transito, Cecilia, Carolina, Carmela, Isidora, Delfina, Victoria, Candelaria, Leonor, María, Tomasa, Domitila, Pabla, Amadea, Dominga, Amelia, Genoveva, Margarita, Manuela, Mercedes, Rosaura, Lorena, Isabel, Teodora, Antonia, Alvina, Clarisa, Catalina, Marta, Ventura, Narcisa, Teodora, Lucía, Fortunata, Elba, Filomena, Ramona, Adela, Cristina, Concepción, Pascuala, Rafaela, Teodolinda, Lorenza, Felipa, Pastoriza, Salvadora, Faustina, Rosalía, Ángela, Tránsito, Encarnación, Basilia, Claudia, Julieta...”.
Seguiría sumando nombres a la lista, porque todas merecen ser
mencionadas, pero así como existen mujeres destacadas en los libros de historia
con nombre y apellido siempre van a existir personas anónimas dispuestas a
llevarse a la tumba el gran aporte a la construcción de grandes obras y
descubrimientos que hoy nos benefician y como contra parte también existen
historiadores como Don Joel Avilez Leiva que nos recuerdan la importancia del
pasado.
Vivian Ceori
Los Vilos, Chile 24 de octubre de 2024
“Cartas De Mujeres Coquimbanas: La Historia No Conocida De La Guerra Del Pacífico” (1879 – 1887) Joel Avilez Leiva



