Llegué a eso de las 6 de la
tarde el viaje entre los cerros que verdeaban en primavera me traía muy serena.
La carretera lucia llena de vida, y el cielo de un azul profundo, susurros
mágicos en códigos me decía, sólo lo supe al salir del autobús. El auxiliar no
me avisó donde tenía que bajar, así que de
manera obligada llegué al terminal de Salamanca, (tierra de brujos dice la
leyenda). Jamás pensé que iba a ser tocada por sensaciones tan inefables y
exquisitas. Aunque me podía haber molestado por la mala disposición del
servicio, me bajé, caminé directamente a la plaza del pueblo. Ya en los
primeros pasos mi sonrisa se abrió cual mariposa en mi rostro. Me dirigí al
centro de la plaza y saqué mi máquina para inmortalizar el momento. Ah!! estaba
capturando la caricia más dulce de toda mi vida. El sol destellaba entre los
agigantados árboles y un viento tibio muy agradable me saludaba.
Cuando
vi la alfombra de hojas lilas en el suelo cerré los ojos, un remolino bailó a mi alrededor, y me dejé
envolver por su recuerdo. Ahí estuve unos segundos que para mí fueron infinitos.
Luego el camino del autobús me llevó por esas calles angostas donde los árboles
y flores a cada costado volvían a sorprenderme con los colores de sus hojas
esparcidos a lo largo de las calles. Y ahí vine a saber de qué se trataba. ¡Era la presencia de mi madre!, la misma ruta
que recorrí cuando la despedí con mi rostro pálido hace ya 11 años. Cuando
llegué al punto donde me esperaba mi hermana la abracé fuertemente y le dije - nuestra
madre me acaba de saludar a mi llegada -.
La estadía estuvo llena de momentos que inmortalicé en fotos y relatos de la familia. El haber estado tanto tiempo separadas siendo casi gemelas nos había pasado la cuenta. Nos necesitábamos de una manera tan especial que disfrutábamos cada momento. Mirarla a ella era ver el reflejo de mi madre y ella siendo la menor me atendía como a la más pequeña. Con un instinto de protección que con tantos años de soledad me hacía sentir completamente como a una niña. Me dejaba querer, los papeles se invertían, y simplemente me desligaba de las responsabilidades de la vida.
El despertar en Salamanca fue a las 5.30 de la mañana. El gallo cantaba y como si fuese pleno día me levantaba. Caminé adormilada hasta el baño, me amarré el pelo y cuando me miré al espejo, mis cascadas negras se habían sembrado de canas… Otra vez mi madre se asomaba… a través de su recuerdo, sus huellas en mis cabellos impregnaba.
"Ceori"
La estadía estuvo llena de momentos que inmortalicé en fotos y relatos de la familia. El haber estado tanto tiempo separadas siendo casi gemelas nos había pasado la cuenta. Nos necesitábamos de una manera tan especial que disfrutábamos cada momento. Mirarla a ella era ver el reflejo de mi madre y ella siendo la menor me atendía como a la más pequeña. Con un instinto de protección que con tantos años de soledad me hacía sentir completamente como a una niña. Me dejaba querer, los papeles se invertían, y simplemente me desligaba de las responsabilidades de la vida.
El despertar en Salamanca fue a las 5.30 de la mañana. El gallo cantaba y como si fuese pleno día me levantaba. Caminé adormilada hasta el baño, me amarré el pelo y cuando me miré al espejo, mis cascadas negras se habían sembrado de canas… Otra vez mi madre se asomaba… a través de su recuerdo, sus huellas en mis cabellos impregnaba.
"Ceori"
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Vivian Ceori