Parece que el otoño ha
vuelto a mis remolinos de mar y de
viento, que el frío se apodera de mis huesos, que las hojas se elevan como
pañuelos despidiéndose en el puerto, el
pecho se oprime y sin darme cuenta mi primavera sin ser vista siquiera... se
marcha.
Marcho;
sin dejar una lágrima en la arena siquiera,
sin
reclamarle al mar el que ya no me quieras,
sin
despojar al árbol de sus ropas de primavera.
Y vuelvo; a refugiarme en esas hojas que me apasionan,
Y vuelvo; a refugiarme en esas hojas que me apasionan,
a
convertirme en silencio profundo,
en
remolino de viento, en huracán de palabras.
Marcho de los cerrojos de tu cuerpo,
Marcho de los cerrojos de tu cuerpo,
abandono
el beso embriagado, la locura de tu boca,
veneno
que mis labios bebieran.
Y vuelvo; a deleitarme de los paisajes,
Y vuelvo; a deleitarme de los paisajes,
de
los colores de mi puerto, de las acuarelas.
Marcho; porque no entendiste a mi alma aventurera,
Marcho; porque no entendiste a mi alma aventurera,
te
hizo heridas mi pluma, te apuñaló mi
condena.
Y vuelvo; a la soledad compañera, a mis fantasmas
Y vuelvo; a la soledad compañera, a mis fantasmas
que
me mantienen aferrada a la tierra.
Y si en ese adiós nos cruzamos en la misma vereda,
Y si en ese adiós nos cruzamos en la misma vereda,
no
huyas de mis ojos que a gritos piden que vuelvas.
Quédate en éste ¡mi mundo!,
Quédate en éste ¡mi mundo!,
abriré
para ti una puerta sin ayer, sin quimeras,
o pasa de largo y haz que mi corazón de pena muera.
o pasa de largo y haz que mi corazón de pena muera.
Vivian
Ceori ©®
Pintura: Web
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Vivian Ceori