Aprender
es el arte que todos podemos practicar, aprendo cada día las cosas que la
escuela de la vida me enseña, desde hace un tiempo que aprendí a mirar
con más agradecimiento los amaneceres, aprendí a dibujar sonrisas en los
rostros tristes con un simple hola, aprendí a guardar silencio cuando se debe,
aprendí a respetar mis tiempos, a delegar funciones, aprendí a guardar momentos
para alimentar a mi alma.
Aprendí
a soltar amarras lo que no significa que hice abandono, aprendí que cuando
entregas sin pedir algo a cambio el premio es reflejarse en la alegría del otro,
aprendí que cuando retrocedes es para tomar impulso, aprendí que enseñar saca
al maestro que llevas dentro, aprendí que las lecciones a veces hay que darlas
dos veces, aprendí que quien te ama en silencio de repente explota y no se lo
guarda por siempre.
Aprendí
que la vida no es un cuento de hadas, pero si la miras con los ojos de un niño
siempre hay un final feliz. Aprendí que ese trozo de tu memoria olvidada,
espera paciente a un ser que la despierte, aprendí que llorar no solo saca el
dolor sino que también alivia el peso de las tristezas. Aprendí que renunciar
no es un fracaso, sino desviar el camino para buscar nuevos rumbos.
Aprendí
que la humildad abre las puertas del mundo, aprendí que la calma llega cuando
evitas los arrebatos de la ira, aprendí a no juzgar porque nadie sabe las
vueltas de la vida. Aprendí que cuando sufres en algún momento se nivela la
balanza, que cuando te valoras y te respetas tus pasos son más seguros, aprendí
que la caridad del amor comienza por casa, y que cuando has perdido algo o a
alguien es porque así debía ser, aprendí que la culpa y el rencor no dejan ver
con claridad la salida.
Aun
hay tantas cosas que aprender, tanto camino que sembrar, tantas almas que
acoger y aún nos queda tanto que contar.
Vivian Ceori ©®
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