Ojerosa y
con el peso de una larga pesadilla, con el cuerpo congelado, desperté con el
ruido de la madrugada, una sombra helada que me quitaba horas de sueño, y luego
el alba que llegaba con voces misteriosas, aullidos de dolor, nubes negras y un
aire salado que me reconfortaba. Mientras iba despertando buscaba calor por
todos lados, ducha caliente, la estufa para terminar de vestirme, un café para
respirar ese perfume que me transporta y que uso especialmente para abrigar las
manos.
La mañana
avanzaba, el frío aumentaba, los portones de las casas se abrían rechinando, para
sacar los carros y llevar los niños al colegio, y el trinar de las aves ahuyentaba
las nostalgias con el himno de la naturaleza, cuando todo se sosegaba, el despertar se volvió tremebundo, suenan las
sirenas con un llamado de alerta, un accidente ronda en las afueras de la
carretera, ambulancias, bomberos todo se moviliza y mi tranquilo y sereno pueblo
despierta con el alma en pena. ¡Y no es el pueblo no!, todos duermen, es mi corazón
que siente tantas cosas, es mi despertar que me tiene con todos los sentidos
atentos, son mis ojos que ven el mundo de otra manera, pero sin perder la
esencia, sin negar que todo aquello que nos perturbe ha de desaparecer con el
paso de las horas.
Queda
media mañana para corregir este mal sueño, mientras escribo y comienzo a pintar
el hoy, ese que quiero con el canto de mis gaviotas. Ya están sobre mi techo,
ya huele a calor de hogar, el pan tostado en la cocina, la mermelada que va
endulzar mi amanecer, una leche tibia y el sabor de un beso que despierta
evocando el amor que todos necesitamos. Es el desayuno perfecto, mientras me
cobijo en la manta de la esperanza y espero ver salir el sol por mi gran
ventanal.
“Ceori”
Imagen
Hotel Les Fermes de Mar
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu visita!!
Vivian Ceori